La validación emocional implica un sentimiento de comprensión hacia la experiencia de los otros. Constituye una herramienta básica de comunicación que fortalece la relación con los demás, desplegándose un espacio de calma y seguridad para mostrar emociones que pueden ser dolorosas y difíciles.
¿Qué es la validación emocional?
Imaginemos la siguiente situación:
Ana es una niña de 8 años que practica clases de baile dos veces por semana. Su madre, la recoge todos los días de la academia en coche, esperando a que ésta salga para ir a casa a continuar con las tareas que queden por hacer en el día.
Últimamente Ana no sale contenta de las clases. Algunos pasos no llega a realizarlos con la destreza que a ella le gustaría, se compara con sus compañeras, la profesora de baile insiste en que tiene que ser más ágil y Ana, al terminar las clases, se acerca y abre la puerta del coche donde está esperando su madre para ir a casa.
Es entonces cuando a su madre le comenta todo lo que ha pasado y, su madre que ha tenido un día muy estresante en el trabajo además de las demandas que acontecen en el día le responde con: «no es para tanto, ahora juegas con tu hermana y seguramente te olvides de ello»
¿Te suena este tipo de respuesta?¿Cómo crees que se sentirá Ana una vez recibe esa contestación, más comprendida o menos comprendida?
El acto de validar se necesita entrenar
La respuesta de la madre de Ana es una respuesta que todos solemos recibir con frecuencia. La invalidación emocional está presente en un mundo donde marchamos a prisa y las emociones han quedado relegadas a un segundo plano. No hay hay cabida para experimentar el malestar en una cultura de velocidad, estrés y exigencias de éxito. Echa un vistazo a estas frases, y si te suenan:
«No es para tanto»
«Tranquilízate/relájate»
«Eres un poco exagerado/a»
«Tampoco es para ponerse así»
…
Son formas automáticas de responder y que no precisan de mala fe. Es decir, son respuestas aprendidas por el medio y que forman a veces este tipo de respuestas que pueden dejar de lado las necesidades de los demás, incluso de uno mismo.
La validación emocional no es estar de acuerdo, ni entender…
No estamos preparados para validar el sufrimiento del otro de acuerdo a la forma en la que se conforman las cosas en el mundo. Practicar la validación emocional puede ser incómodo pues, en el mundo de los humanos, estamos preparados para responder al sufrimiento aportando soluciones, que pocas veces ayudan (el tipo de soluciones que se conforman respuestas invalidantes como el «no pienses más en eso que no es para tanto»).
La validación emocional suele confundirse con estar de acuerdo o entender, y si bien a veces esto forma un buen acompañante para practicar la validación, a veces no va de la mano. En ello se trata cultivar la presencia ante el estado emocional de otros (y que puede ser muy incómodo) sin tener que estar de acuerdo. De esta manera afirmamos que la experiencia de alguien es auténtica, que tiene sentido y que es comprensible su reacción dadas las circunstancias.
¿Cómo validar?
La validación emocional puede practicarse con palabras, con el tono de voz, con la postura corporal e incluso con acciones. El silencio puede ser también un acto de validación para cuando no hay palabras ni se sabe qué decir. La honestidad del momento y la humildad de hacer saber que no se encuentran palabras para lo que la otra persona está expresando es un acto de validación en sí misma.
Por ejemplo, la respuesta de la madre de Ana podría haber implicado un reconocimiento de las propias emociones y necesidades de ella misma además de las de su hija. Una respuesta diferente podría haber sido la siguiente:
«Vaya, debes de estar muy triste. Últimamente no te visto con la misma ilusión de ir a las clases de baile. Seguramente que puedas hacerlo mejor y en este momento toca también aprender, lo que implica que te vas a enfadar porque no va a salir todo bien. Tengo un poco de prisa por llegar a casa, ¿te parece si vamos, juegas con tu hermana si te apetece, y nosotras el próximo día hacemos algo después de tu clase?»
Y más formas…
Las formas de validación emocional pueden ser diversas, tal como se ha mencionado anteriormente. Por ejemplo imaginemos a Juan y Andrea. Juan es ingeniero informático y se dedica a trabajar desde casa mientras Andrea está trabajando como profesora en un instituto y además estudiando un doctorado en Filosofía. Los ritmos de ambos no suelen coincidir y a veces las tareas de casa que han sido pactadas suelen ser una fuente de discusión entre ambos.
Un día Andrea tiene que enviar unos documentos a la Universidad. Ha dormido muy poco, preocupada por la organización de las clases en el aula de secundaria además de sacar tiempo para las tareas que pide su tutor. Así, no le ha dado tiempo a organizar la comida, siendo ella a la que le tocaba organizar el menú y cocinar en esa semana. Juan por su parte tiene un gran proyecto y está muchas horas en casa. En ese momento Juan, siendo consciente de que no le tocaba cocinar esa semana, alivia la carga de Andrea y cocina ese día en lugar de empezar una discusión donde ambos podían salir muy dañados.
El mismo acto de validar repara relaciones.
La validación emocional es un analgésico para cuando se experimenta malestar y dolor emocional. En un mundo social donde estamos acostumbrados a escuchar soluciones como «no estés triste», «hay que mirar las cosas de otra forma«, etc., la validación nos ayuda con la soledad que muchas veces estas soluciones promueven, haciendo que nuestras emociones tengan sentido para los demás, llevándonos a un estado de comprensión y apertura emocional.
No obstante, no es fácil y a veces la validación fluctúa. No estamos acostumbrados a dar cabida al sufrimiento de los demás, ni siquiera a nuestro propio dolor. Por ello, el acto de validar requiere paciencia, práctica constante y disposición a estar presente en momentos que pueden ser de malestar.