Siempre escuché eso de “no juzgues a un libro por su portada”:
Cada uno muestra lo que puede y lo que tiene en función de lo que ha aprendido, su historia vital y sus puntos de inflexión en cuanto a experiencias vividas. Encontramos a personas que pueden ser agradables al trato, simpáticas; o bien todo lo contrario: personas que en un primer contacto pueden ser algo bruscas, bordes o incluso por qué no, antipáticas.
Lo cierto es que es inevitable que todo lo que tenemos alrededor es propenso a ser juzgado, como las portadas de libros que bien pueden hacernos leer de manera voraz o desecharlo sin haberle dado una mínima oportunidad. Es una de las características que nos hace humanos y no podemos librarnos de ello.
Reconocimiento y Aceptación de las Diferencias Individuales
Una de las cosas de las que he podido darme cuenta durante el trabajo terapéutico es que dependiendo de las características y rasgos comportamentales, hay personas con las que existe mayor sintonía desde el principio, mientras que con otras, el primer impulso puede ser de querer mayor distanciamiento, y esto, inevitablemente es así. La diferencia es cuando una misma va dándose cuenta de esos impulsos y de que las personas no eligen ser lo que son, al menos en cierta parte. Cada persona tiene una historia que contar y fundamentos a lo largo de su experiencia vital que le han hecho ser quién es. El grado de sufrimiento y acontecimientos que ha tenido que vivir, gestionar y hacerle espacio como buenamente ha podido se muestran durante la interacción terapéutica. La conexión y la compasión hacia esa persona que sufre empiezan a macerarse a fuego lento, con cada encuentro en el espacio terapéutico.
La empatía en el proceso terapéutico
No nos damos cuenta de que la forma en la que algunas personas han tenido que defenderse de acontecimientos vitales aversivos ha sido a través de comportamientos que pueden ser toscos de cara a la relación con los otros. En terapia, uno de los motivos principales tras exploración es la sensación de sentirse aislado, rechazado, incomprendido, con pocas habilidades de cara al trato con los demás o bien, dificultades relacionadas a la agresividad en el trato con los demás.
Y es aquí el primer espacio donde se da la oportunidad de plantear estas dificultades sobre la mesa a través de la interacción terapéutica.
